martes, 3 de marzo de 2009

Critica Caribe Cocaine

Ernesto Bondy, ha puesto sobre mis manos su novela autografiada que es de sus propias autorías. Lo educado, en estos casos —tal como lo hacía don Jorge Fidel Durón—, es acusar recibo por escrito y adelantar algunos comentarios acerca de los primeros recorridos sobre sus páginas, habida cuenta que los autores esperan algunas palabras preliminares de alguien que se dedica, entre tantísimas cosas, a reseñar en forma sintética muchos libros de autores nacionales y extranjeros. Hablo de una anticipación porque es oportuno asincerarnos en el sentido que tenemos varias novelas, viejas y nuevas, pendientes de lectura (o de relectura), las cuales esperamos que algún día la vida –que es tan corta— nos permita aproximarnos con el primor que se merecen algunos buenos narradores.“Caribe Cocaine” es la voluminosa obra narrativa con la cual Ernesto Bondy ha incursionado en el nada fácil subgénero policíaco, presentándonos una historia de entretenimiento con planos diferenciados de amor, intriga, asesinato, investigación y comercio intercontinental de drogas.



Desde el principio el autor pretende convencernos que se trata de la más grande jugada cósmica urdida por el narcotráfico suramericano, que curiosamente habría de verificarse en una de las islas del caribe hondureño. La utilización de la geografía de Honduras es puramente convencional ya que suponemos que el autor desea atrapar a los esquivos lectores nacionales. Pero, tanto por el lenguaje moderno (casi periodístico) como por los personajes internacionales y la trama detectivesca de la obra, los hechos bien pudieron haber ocurrido en las Bahamas o en alguna isla remota del Pacífico Sur. A pesar de la gravedad implícita del tema, el novelista salpica con notas de buen humor algunas de sus páginas cuando habla, por ejemplo, del “Cartel de Washington”. Es posible que el novelista hondureño se encuentre contagiado por algunas temáticas subyacentes de otros autores contemporáneos como Robert Ludlum, Arturo Pérez-Reverte y Luis Astorga, autor este último del libro nada literario “Drogas sin fronteras”. La intención ha sido más que buena y el trabajo de investigación envidiable. ¡Felicitaciones Ernesto Bondy!



Segisfredo Infante

Caribe Cocaine

Primero, debo confesar que he disfrutado con la mayoría de los relatos que Ernesto Bondy había publicado con anterioridad, incluso encontré en algunos la huella de un narrador que se negaba a limitarse a la esfera de lo cotidiano nacional para instalarse en la vecindad de los universales. Por eso cuando Armando Rivera (editor de Letra Negra, para más señas) depositó sobre mi escritorio un grueso volumen con el título Caribe Cocaine, me sentí empujado a leerlo sin mayor dilación. Y así, sin más preámbulo, la decepción fue invadiendo mi espíritu apenas avanzaba en la lectura de sus páginas. No porque esté mal escrito, como ocurre con algunos presuntos narradores nacionales, que apenas en la décima línea de la primera página ya han incurrido en unos cuantos idiotismos y su falta de concordancia es evidente.

No es éste el caso de Caribe Cocaine, que se deja leer con facilidad, que está redactada con propiedad y corrección. El problema es más profundo y tiene que ver con los personajes acartonados y faltos de sustancia (de los protagonistas Michel Schiller y Labella Proaño, o sus contrapartes de la DEA, Tony Orellana y Maribel Izaguirre, para abajo), con su intriga anémica, con la trama esquemática y pobre, llena de clichés y lugares comunes, que ni la desopilada invención de un grupo llamado CCC consigue darle fuerza. Y qué decir de sus episodios eróticos, que parecen surgir de la trasnochada imaginación de un añejo marido que se dedica -a escondidas de su mujer- a ver películas Serie B a altas horas de la noche. En resumen, de la servil aplicación de recetas bestselleristas, de tanto paperback gringo regurgitado, de tanta trivialidad disfrazada de intriga internacional no podía salir nada bueno.
Tampoco puedo dejar de pensar que en el supuesto clímax de la novela, cuando debería haber alcanzado su intensidad más alta -en el momento que el misil ha impactado en el avión donde viaja "el magistrado" y todos los "eventos" se precipitan a su final- antes que pensar en la evidente correspondencia con los inciertos acontecimientos que rodearon la "desaparición" de cierto personaje de la política hondureña,\n la asociación más directa que se nos viene a la mente es con un anacrónico edificio que se viene abajo, metáfora de la implosión narrativa que sufre esta "novela", cuya endeble arquitectura cae cual modesto castillo de naipes ante la visión desencantada del lector.
Tampoco puedo dejar de pensar que en el supuesto clímax de la novela, cuando debería haber alcanzado su intensidad más alta -en el momento que el misil ha impactado en el avión donde viaja "el magistrado" y todos los "eventos" se precipitan a su final- antes que pensar en la evidente correspondencia con los inciertos acontecimientos que rodearon la "desaparición" de cierto personaje de la política hondureña,\n la asociación más directa que se nos viene a la mente es con un anacrónico edificio que se viene abajo, metáfora de la implosión narrativa que sufre esta "novela", cuya endeble arquitectura cae cual modesto castillo de naipes ante la visión desencantada del lector.
Mario Gallardo, SPS, noviembre, 2006.